Regreso de la escuela de cocina
Hace diez meses me fui de Caracas a Nueva York a estudiar artes culinarias. Era de las cosas que más soñaba con hacer y de las que más me aterraban también. Me pareció tremenda idea aprovechar este momento tan importante en mi vida y compartirlo en La Punnet. Mi plan era seguir publicando recetas en el blog, aprovechando que estaba en una ciudad donde no sólo podría encontrar de todo sino también probar muchos ingredientes que no conocía. Además pensé en ir narrando un poco a través de mis redes sociales sobre lo que iba viviendo y aprendiendo en la escuela de cocina. Sonaba todo perfecto en mi cabeza, pero como se pudieron dar cuenta esos planes estuvieron bien alejados de la realidad. La escuela fue una de las experiencias mas exigentes que he vivido y no me dejó ni tiempo ni fuerza para seguir con el ritmo que necesita un blog. Dentro de la cocina estás siempre concentrado y a contra reloj, por lo que no hay mucho tiempo para fotos y menos para redes sociales (nótese que este post está acompañado con puras fotos de celular), y cuando sales de la cocina lo que quieres es dormir hasta el día siguiente (después de estudiar un poco más, claro). Así transcurrió mi tiempo en Nueva York, en el que poco a poco dejé de sentirme estresada o culpable por no estar generando contenido para el blog y empecé a sumergirme completamente en la experiencia, sin darme cuenta de que si bien no estaba haciendo publicaciones aquí, estaba llenándome de conocimiento, cultura, sabores y experiencias que de una u otra forma terminaría compartiendo en La Punnet, en mí, en lo que sea que me depare la vida.
La escuela fue una experiencia única que me enseñó sobre técnicas, tiempo, trabajo en equipo, limpieza, humildad, respeto y orden. Nueva York fue el escenario que me ayudó a reforzar todos esos conceptos y también a crecer como persona, a ver todos los juicios que tenemos antes de querer empezar a soltarlos, a reconocer que el miedo nos paraliza y no nos deja mostrarnos -a nosotros mismos y los demás- nuestro máximo potencial, que este planeta está lleno de gente increíble y que vale la pena salirnos de nuestra zona de confort una y otra vez, aunque asuste o duela, para no dejar este mundo sin haber podido sentir que de verdad vivimos.
También comí divino, otras veces no tan rico, bebí, turisteé, conocí nuevos lugares, repetí otros que ya conocía, vi famosos, vi a Obama (él tiene su propia categoría en “famosos”), trabajé como voluntaria en diferentes eventos, hice mis pasantías en un restaurante popular en la ciudad, hice yoga, dejé de hacer yoga, lloré, me quemé veinte veces, me corté cuarenta veces, estuve trabajando de pie más de doce horas, esperé el metro por una eternidad, lidié con ratas, lidié con calor, lidié con frío, estuve brava, estuve feliz, me hice mi primer tatuaje, aprendí a lavar mi ropa (tarde pero seguro), extrañé a mi familia y empecé a valorar más mi país.
Pero no crean que me olvidé completamente de La Punnet y que no tengo nada para compartir por acá. Parte de mis experiencias en la escuela fueron diferentes “field trips” en los que visitamos lugares muy interesantes. A esos sí me llevé la cámara y estaré compartiendo mis favoritos en la sección “Experiencias”. En Venezuela tenemos mucho que aprender de otros países, empezando por respetar y aprovechar todos los recursos que tenemos. Tal vez algunos de esos posts le de buenas ideas a alguien por acá. Así que sin más, gracias a quienes sigan por aquí y no se olvidaron de este espacio y bienvenidos a los que lleguen eventualmente.